El Sur del Bronx constituye un importante escenario y contexto para muchos artistas al ser el lugar donde muchos de ellos fueron capaces —en el ámbito artístico— de sobreponerse al impasse entre la vanguardia, con sus imágenes arrogantes de soluciones utópicas, y el arte producido por los denominados artistas marginales. La postura intervencionista común de los productores culturales puertorriqueños, afroamericanos y blancos, junto con la proximidad y el dramático contraste con respecto a Manhattan como capital mercantil de las “bellas artes”, fue un importante factor que ayudó a conformar las prácticas artísticas que sucedieron en este sector de la ciudad de Nueva York.La exposición y su catálogo, Urban Mythologies [Mitologías Urbanas], analizaban la imagen del Bronx —según era representado en las artes plásticas contemporáneas, en la cultura callejera y en los medios de comunicación— en relación tanto con importantes asuntos urbanos como con cambios históricos ocurridos desde la década de 1960 hasta el presente. La muestra exponía obras que, ya sea eran representaciones del Bronx y se situaban en el contexto del Bronx, o bien, de otra, forma contribuían a la manera en que la zona se había construido y era percibida en la imaginación del público y a nivel internacional. Las diversas comunidades del Bronx habían sido especialmente sensibilizadas a la necesidad de hallar nuevas formas de vincularse con asuntos que plasmaran lo local, sin con ello caer en el provincianismo ni tampoco en la cortedad de miras. El objetivo básico de la muestra y catálogo consistía en evaluar la manera en que el Bronx encajaba en el amplio contexto nacional e internacional, junto con el análisis de una serie de asuntos de cuño local. En función de estas expectativas, el proyecto analizaba representaciones de artes plásticas y de diversos medios provenientes del ambiente social y geográfico donde estaba situado el museo, del público local al que se quería adoptar y las maneras en que el Bronx era percibido adentro y afuera de su entorno. Betti-Sue Hertz fue una curadora invitada del Museo del Bronx que había participado tanto en proyectos de artes plásticas comunitarias como profesionales —caso de arte folk, arte público y proyectos conceptuales— así como colaboraciones con agencias locales siendo que, por ello, aportaba a la iniciativa una experiencia de trabajo en “artes comunitarias”. Puesto que llevaba trabajando en el Bronx desde inicios de los ochenta, Hertz pudo participar personalmente en muchos de los eventos y exposiciones representados en la exhibición. Cabe destacar que Hertz recuerda el momento en que se presentaron los trabajos, las circunstancias específicas que llevaron a la creación de ciertas obras y el entusiasmo general vivido en torno a determinados proyectos. Es por ello que, en su conjunto, aunque con cierta distancia crítica, Betti-Sue Hertz podría decir que estaba documentando parte de su propia vida.