Este prólogo de José Manuel Puig Casauranc, Secretario de Educación Pública (SEP) de México en la administración callista (1924-28) al momento de la edición del libro, refleja la visión idealizada tanto de la creatividad infantil como del talento artístico innato de la raza indígena. Fue promovido por medio de la difusión de las Escuelas de Pintura al Aire Libre en la segunda mitad de los años veinte. Asimismo, sugiere la política social populista y pragmatista, seguida por la SEP bajo su dirección.El libro representa una etapa específica de las Escuelas de Pintura al Aire Libre, abiertas originalmente en 1913-14 en el barrio de Santa Anita (Ciudad de México), como alternativa de enseñanza extramuros dentro del programa de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Posteriormente, a principios de los años veinte, esos centros fueron revividos, y permitieron el fomento de una iconografía que resaltaba tanto temas rurales como la revaloración de la arquitectura virreinal. A mediados de esa década, cuando se publica este libro, varios de los jóvenes artistas entrenados en las Escuelas se ocuparon de la dirección de sus diversos planteles, enfocándose mayormente en ellas a la enseñanza de niños y de jóvenes. Se buscaba promover una valoración estética de su entorno, con un énfasis en la expresión más que en valores formales académicos, generando obra con gran diversidad de estilos, aunque, en general, con un matiz más naïf y burdo, que, a la vez, tendrá importancia para las características formales de los artistas entrenados en la academia.