Entre el 20 de marzo y el 25 de abril de 1957, se publicó en las páginas del diario caraqueño El Nacional una de las polémicas más substanciales sobre la validez, o no, del arte abstracto ante la tradición nacional tanto del paisajismo como del realismo social. Además de amigos, los contendores son primos: el pintor abstracto-geométrico Alejandro Otero [Rodríguez] (1921–90) y el escritor de tendencia comunista y editor de El Nacional, Miguel Otero Silva. Además de confirmar las reservas del pintor, previamente dadas a conocer en unas declaraciones al diario El Universal (“Disiente del criterio del jurado el pintor Alejandro Otero, por lo que atañe al Premio de Escultura”, 18 de marzo de 1957), esta carta es una invitación al debate en torno al arte abstracto y otros temas (salones, jurados y demás). Lo curioso de esta carta es que su publicación coincide con el primer artículo de Miguel Otero Silva (“Sobre unas declaraciones disidentes del pintor Alejandro Otero Rodríguez”) y por el hecho de que ambos —según nota de la redacción— no se habían leído. La trascendencia de dicha polémica queda en evidencia al constituirse en el documento más reproducido en el campo de las artes plásticas venezolanas, no sólo por su elevado nivel intelectual, sino porque, a raíz de ella, llega a su fin una década de reservas de parte de la cultura oficial hacia el abstraccionismo.
Esta se había manifestado, desde 1948, al producirse la primera polémica entre los artistas Miguel Arroyo y César Rengifo, siendo incluso reseñada en otros países como Colombia (Teresa Tejada, “La polémica del año”, revista Prisma, núm. 11-12, Bogotá, noviembre-diciembre de 1957); y la Argentina (del escritor cubano Juan Marinello, “Conversación con nuestros pintores abstractos”, en Meditación americana, Buenos Aires, Porción, 1959) y (del escritor español Guillermo de Torre, “Abstracción, no figuración, informalismo y compañía”, texto incluido en Minorías y masas en el arte contemporáneo, Buenos Aires: E.D.H.A.S.A, 1963).
Fechada el 19 de marzo de 1957, en San Antonio de los Altos, población cercana a Caracas donde el pintor tenía su casa taller, la carta fue publicada al día siguiente. Los artículos en cuestión, sin incluir las declaraciones originales del pintor que los suscitan, fueron reproducidos el mismo año como Polémica sobre arte abstracto (Caracas: Ministerio de Educación Nacional, 1957). Posteriormente hubo varias ediciones: Juan Calzadilla, en El Arte en Venezuela (Caracas: Edición Especial del Círculo de Bellas Artes, 1967); Sergio Antillano, Los Salones de Arte (Caracas: Maraven, 1976); el libro compilado por Douglas Monroy y Luisa Pérez Gil, Alejandro Otero, Memoria Crítica (Caracas: Monte Ávila y Galería de Arte Nacional, 1994); y, finalmente, el de Roldán Esteva-Grillet, Fuentes documentales y críticas de las artes plásticas venezolanas: siglo XIX y XX, tomo II (Caracas, UCV, 2001).