Bertram Wolfe, el biógrafo de Diego Rivera, asegura que los últimos años de los treinta y primeros del cuarenta habían sido para el pintor una época confusa y solitaria debido a que su nombre figuraba en los titulares de los periódicos como protagonista de la batalla contra el magnate Nelson Rockefeller en Nueva York. Inclusive, al regresar a México, su aureola se había opacado en virtud de tanta reiteración periodística. Parecía que ofertas de trabajo eran escasas, de tal manera que, a mediados de los treinta, le solicitaron pintar el muro de la escalera de la Antigua Escuela de Medicina (edificio del antiguo Oficio de la Santa Inquisición). Como se percibe en la carta en cuestión, tratándose de la Escuela de Medicina, Rivera aceptó la propuesta y empezó por trazar fragmentos de su boceto que quedó inconcluso, según se deduce de la carta enviada al Dr. Ocaranza. Actualmente se pueden apreciar los trazos iniciales de su boceto. Sin embargo, el 11 de mayo de 1935, Rivera le escribe a Ocaranza, entonces Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), disculpándose de no poder continuar debido a que, por enfermedad, se encontraba impedido para pintar el mural. En su lugar, proponía a José Clemente Orozco para que lo realizara.