Carlos Mérida advierte que para hacer algunos comentarios sobre la exposición de las Escuelas Libres de Pintura, presentada en el Palacio de Minería, se basará en el escrito del Dr. Atl (Gerardo Murillo) que bien pudo haber servido como introducción al catálogo. De él retoma la idea de que estas escuelas son productoras de una expresión artística popular. Para Mérida, al observar lo expuesto, se puede determinar que ese criterio es definitivamente erróneo ya que se pueden distinguir dos marcadas tendencias: una popular y la otra pictural [sic]. Esta última, según el artista, por desgracia predomina en la mayoría de las obras de estas escuelas, ya que los alumnos siguen los lineamientos impuestos, desde un inicio, por su fundador el pintor Alfredo Ramos Martínez. A juicio de Mérida, se nota aquel “violado” impresionismo, un poco transformado de los cuadros de la Escuela al Aire Libre de Coyoacán, amén de una inclinación por el concepto académico de la perspectiva. Los cuadros se encuentran muy alejados de la expresión de todos aquellos a los que no se les ha enseñado pintura;. En síntesis, están muy alejados del sentimiento nacional. Otro error que el pintor detecta es el exceso de elementos decorativos populares; los cuales, si en un inicio fueron necesarios para crear una corriente contra el mal gusto del público, para ese momento (cuando ya estaban definidos los valores pictóricos de México), era intolerable. Como insostenible, también, era tratar de hacer un arte nacional basado en la representación de “jarras de Guadalajara o bateas de Michoacán”. Finalmente, Mérida muestra entusiasmo ante las obras que para él son producto popular y expone algunas características positivas de ellas.