Desde el extranjero, José Luis Cuevas (1934-) se unía a las voces de protesta de la juventud. Consideraba que David Alfaro Siqueiros (1896-1974), controlaba la Bienal a través del Frente Nacional de Artes Plásticas. Menciona que el pintor “tiene la trágica conciencia de los dictadores que declinan (…).Yo no siento pavor ante sus constantes amenazas de castigar al que no se le pliegue. Me produce lástima y risa (…)”. A partir de entonces, Cuevas construye una imagen de sí mismo como el iniciador de la ruptura en contraposición con la Escuela Mexicana de Pintura y con el nacionalismo.
Si bien es cierto hubo cambios importantes en la plástica mexicana, no fue él el primero en denunciar la imposición hegemónica de un grupo de pintores. Desde los años cuarenta, se iniciaron las críticas a la Escuela Mexicana de Pintura, por lo que un grupo de pintores mexicanos —en plena infancia de Cuevas, por lo tanto— realizaron un arte vinculado a la semi-figuración y a la abstracción en sus variantes geométricas, líricas e informales. Aunque les tocó la difícil tarea de inventar, de algún modo, una “modernidad mexicana”, el camino ya había sido trazado, dos o tres décadas antes por artistas como Fermín Revueltas (1901-34), Carlos Mérida (1891-1984), Rufino Tamayo (1899-1991), y el propio Siqueiros, entre otros.