“Los pintores en el grupo de los Diez” es un ensayo del historiador del arte y escultor Gaspar Galaz (n. 1941) dedicado a Los Diez, grupo de intelectuales, escritores, escultores, pintores, arquitectos y músicos que operó en Chile a principios del siglo XX. Además de los pintores mencionados por Galaz, participaron en dicha agrupación el crítico literario y periodista Armando Donoso (1887-1946); los escritores Alberto Ried (1885–1965), Augusto D’Halmar (1882–1950) y Eduardo Barrios (1884–1953); los músicos Alfonso Leng (1884–1974), Acario Cotapos (1889–1969) y Alberto García (1886–1959), además del arquitecto y pintor Julio Bertrand (1888–1918). Aunque sus integrantes variaron al paso del tiempo, llegando a exceder la decena, el grupo se dio a conocer siempre bajo tal denominación. [Véase en el Archivo ICAA Notas de viaje (749932) de Julio Bertrand].
El principal objetivo que caracterizó a “Los Diez” fue una idea conjunta sobre el desarrollo del arte enriquecido desde las disciplinas que cada integrante representaba y para compartir posturas ante su contexto sociohistórico. El vínculo lo establecía la amistad mutua y la posibilidad de generar un espacio de encuentro y debate al no tener ninguna pauta programática que cumplir. Se establecen como fechas de inicio colectivo 1915 y/o 1916, correspondientes a ciertos hitos: El primer número de Ediciones de LOS DIEZ (1915), publicación difusora de obras de sus integrantes; o su primera exposición en el Salón de El Mercurio. Se agrupaban desde tiempo antes en torno a la Colonia Tolstoyana debido al interés que despertaron los planteamientos del escritor ruso León Tolstoi (1828-1910). Tal iniciativa, al igual que su sucesora, reunió a artistas de diferentes disciplinas, punto de partida propicio para discusiones en torno al arte.
“La casa de Los Diez” implicó otro hito que marcó al grupo. En 1923, el arquitecto Fernando Tupper (amigo de miembros del grupo) extendió una invitación para participar de la remodelación de su residencia, una casona colonial ubicada en el centro de la capital chilena. En ella intervinieron Prado, Ortíz de Zárate y Ried, quienes realizaron nueve capiteles esculpidos y un portón tallado en madera. La casa fue vendida en 1929 y, no obstante, mantuvo su nombre así como sus características plástico-arquitectónicas siendo declarada monumento nacional en 1997.