La carta ofrece detalles de la actividad profesional y de la red de relaciones políticas del pintor David Alfaro Siqueiros (1896-1974). Su alegato en torno a su despido injustificado parece verosímil, pese a que, en el contexto político de la época, los comunistas no estaban sujetos aún a la persecución a la que se verían sometidos en 1929. Hacia 1925, ellos no tenían una fuerza considerable ni podían ser vistos por los grupos de poder a considerarse como rivales políticos serios; sin embargo, tanto los ataques reiterados que lanzaban contra el gobierno callista como su confrontación sistemática con la poderosísima CROM liderada por Luis N. Morones, propiciaban que se les marginara de la esfera pública. No obstante, el énfasis que pone Siqueiros en las argucias y acusaciones de sus enemigos políticos, la carta hace que sus argumentos adquieran visos de una teoría de la conspiración, contra los comunistas, en general, y contra él, en particular. En lo concerniente al cuestionamiento de su eficiencia técnica, el autor defiende enérgicamente su desempeño como dibujante y maestro de dibujo, oficios en los que asegura haberse iniciado a los catorce años. La descalificación, el desacuerdo político, la afectación de su situación laboral y el precedente que ésta sienta, conducen al pintor a elevar el tono de su protesta, sin ninguna consideración a los protocolos oficiales. Este documento es una prueba de que la relación entre los pintores comunistas y el gobierno no siempre fue cordial.