A fines de 1965, el Grupo de Arte de Vanguardia de Rosario —constituido a partir de la fusión de tres talleres con artistas provenientes de distintas formaciones (alumnos de Juan Grela, el Grupo Taller y recientes egresados de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad)— da inicio a sus acciones colectivas y tomas de posición públicas. Dos años después, el grupo ha cobrado cohesión y es reconocido como uno de los núcleos más dinámicos del arte experimental en el país. Lo integran, en ese momento: Osvaldo Mateo Boglione, Aldo Bortolotti, Graciela Carnevale, Rodolfo Elizalde, Noemí Escandell, Eduardo Favario, Fernández Bonina, Emilio Ghilioni, Marta Greiner, José M. Lavarello, Lia Maisonnave, Rubén Naranjo, Norberto Púzzolo, Juan Pablo Renzi y Jaime Rippa.
Planificado a inicios de 1968, el Ciclo de Arte Experimental empezó en mayo en una sala cedida por una agencia de publicidad. Tiempo después, el Instituto Di Tella de Buenos Aires les proporciona un subsidio que les permite alquilar un pequeño local vidriado en una galería comercial. Quincenalmente inaugurarán, hasta octubre de 1968, una experiencia propuesta por cada uno de sus integrantes.
Las tres últimas presentaciones del Ciclo (las de Eduardo Favario, Rodolfo Elizalde / Emilio Ghilioni y Graciela Carnevale) constituyen el bloque final y el más radical en las rupturas tanto antiformalistas como antiinstitucionales propuestas por el grupo.
La acción del “encierro,” realizada por Graciela Carnevale, fue —sin proponérselo— el cierre del Ciclo. El público había sido convocado a una nueva inauguración del Ciclo a través de invitaciones y de un aviso en el diario. Llegada la hora, y cuando se habían reunido numerosos asistentes en el reducido local, Carnevale salió del mismo, cerró la única puerta con un candado y se fue. En este caso, el encierro ya no es vivido como simulación sino como una experiencia vital cargada de violencia; a diferencia de las dos acciones anteriores del Ciclo (la de Favario y la de Ghilioni-Elizalde) las cuales trataron de ser explicadas finalmente como “arte”. Luego de un par de horas de paciente espera, el público encerrado pudo salir a través de un vidrio roto por la acción de rescate de un asistente quien había quedado del lado de afuera. Un integrante del Grupo —pensando que así se arruinaba la obra— intentó impedirlo por la fuerza y todo derivó en una gresca que produjo, además de la intervención policial, la consiguiente clausura del local (y del Ciclo).