En varias ocasiones durante la segunda década del siglo XX, la prensa nacional dedicó sus páginas a reseñar los trabajos de Fernando Best Pontones, considerado entonces como excelente pintor y gran promesa del arte mexicano. Además, se le llegó a considerar como un exponente del verdadero arte nacional, según lo comentaría Carrillo Gariel en un artículo dedicado a Best Pontones, en 1919, al afirmar que toda su obra era un canto a su patria; obra creada en un medio hostil a las manifestaciones de carácter nacional. Quizá lo que se le reprochaba era que, dado el gran éxito comercial que había logrado su trabajo, el artista pintaba bonito para satisfacer a su clientela. En uno de sus primeros artículos publicado en México hacia 1920 e intitulado “La verdadera significación de la obra de Saturnino Herrán: los falsos críticos” (ver doc. 733457), Carlos Mérida realizó una severa crítica referente al concepto difundido sobre los valores estéticos del arte nacional. En él, Mérida descalifica de nacionalista la obra de Best Pontones al comentar que, en México, había un criterio erróneo de lo que debía ser la pintura nacional, por lo que el público se conformaba con poco, emanando de ahí el éxito de las exposiciones comerciales de Best, García Núñez y Fernández. En los años veinte los diarios muy pocas veces volvieron a reseñar la trayectoria del pintor. No obstante, como en el caso de Alberto Garduño (ver doc. 736634) fue en la revista Nuestra Ciudad donde aparece de nuevo el nombre de Best Pontones. En esta ocasión, el artículo, escrito también por Carlos Mérida, ya no se refiere a la prometedora obra del artista, ni a su destacada habilidad como paisajista, sino a la manera en que éste desarrolla el dibujo decorativo retomando motivos del arte popular. Este fue la base, en un principio, del renacimiento mexicano de pintura, pero para tal fecha —y sobre todo para Mérida— este tipo de obras eran punta de lanza únicamente para las artes aplicadas.
Fernando Best Pontones ha sido poco estudiado y no reconocido por la historiografía del arte mexicano. No obstante, el ensayo más completo sobre él y su obra es el de la Doctora Esther Acevedo. Cf. “De Caín y metralla”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas núm.64, México DF, 1993, pp. 83-92.