Antes de cumplirse un año de su regreso a Uruguay, Joaquín Torres García (JTG) ya exhibe dudas acerca del éxito de su prédica en territorio nacional y es consciente de la indiferencia de un medio intelectual ecléctico y poco propenso a la crítica radical. Ante esta situación, JTG se proclama portador de una verdad mística y providencial, de la cual es un incansable vocero, un apóstol en tierras de predicación: “No soy yo quien hablo […], no soy más que un aparato transmisor, pues la voz viene de otro lado y, de ese, es imposible agotarla”. Esta enigmática voz bíblica viene a instalarse en el sitio profano de las discusiones prácticas propias del positivismo local, intentando desplazarlas y sustituirlas. JTG da un paso más en este sentido al afirmar: “Cristo decía, y esto puede aplicarse a nuestro caso, que los que creyesen serían salvados; y es cierto”. La doctrina constructivista queda asimilada, así, a un culto casi religioso, ya que, sin renunciar a los intentos de fundamentarla histórica y racionalmente, JTG comienza por traducirla en la fe, en la fe del predicador que lucha contra “los mediocres” no creyentes. De este texto vale la pena señalar dos momentos significativos. El primero es la convocatoria a sus discípulos para llevar a cabo en Uruguay (y Sudamérica) una empresa de meditación y de construcción de lenguaje: “con voluntad, aquí podríamos hacer algo más fuerte que lo que últimamente se ha realizado en Europa […], tenemos aquí un sosiego para meditar y hacer, que allí no se tiene”. Son estos mismos términos que utiliza JTG en una entrevista con el mandatario dictatorial, el presidente Gabriel Terra (junio de 1934); con ella buscó y logró apoyo oficial para realizar en el país una empresa titánica que pondría a Uruguay a la vanguardia del arte en el mundo. El segundo momento que interesa destacar se refiere al modelo estético del objeto industrial: “no tememos su deslumbrante fuerza [la del color], nuestra retina la resiste. Ni [tememos] lo brillante, ni lo bien escuadrado y pulimentado [pues] admiramos el objeto industrial, perfecto”. Más tarde, JTG se retractará de una afirmación infeliz como esta, admitiendo su desprecio hacia todo “lo moderno” con sus “brillos de ostentación”. Añádase a esto el rechazo confeso a los objetos industriales, lo cual será motivo, en 1946, de crítica severa que Tomás Maldonado le dirigirá, tildando a su pintura de “oscurantismo medieval”. [Como lectura complementaria, véanse en el archivo digital ICAA los siguientes textos escritos por Joaquín Torres García: “Con respecto a una futura creación literaria” (730292); “Lección 132. El hombre americano y el arte de América” (832022); “Mi opinión sobre la exposición de artistas norteamericanos: contribución” (833512); “Nuestro problema de arte en América: lección VI del ciclo de conferencias dictado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo” (731106); “Introducción [en] Universalismo Constructivo” (1242032); “Sentido de lo moderno [en Universalismo Constructivo]” (1242015); “Bases y fundamentos del arte constructivo” (1242058); y “Manifiesto 2, Constructivo 100%” (1250878)].