En este ensayo del pintor y crítico de arte venezolano Carlos Contramaestre (1933–96) se relata, en prosa poética, su visita al polifacético artesano venezolano de origen campesino Juan Félix Sánchez (1900–97). El itinerario indica uno de los páramos merideños; es quizá uno de los primeros textos importantes de la hoy amplia biblio-hemerografía dedicada al artista andino. Paralelamente a su carrera artística —que arranca con su participación en el grupo de vanguardia “El Techo de la Ballena” (Caracas, 1961–67)—, Contramaestre se dedicó al descubrimiento y promoción de varios artistas que operaron fuera del ámbito académico como Emerio Darío Lunar, Salvador Valero, Antonio José Fernández “el Hombre del Anillo”, Josefa Sulbarán, Gonzalo Eraso y Juan Félix Sánchez, a quien dedicó artículos de prensa o textos de prólogos de exposiciones. Poniendo de lado la condición de Sánchez en cuanto tejedor tradicional de cobijas desde su juventud, el crítico penetra en la producción arquitectónica y escultórica realizada en El Tisure. Contramaestre aporta datos precisos del inicio de la construcción del Santuario de Nuestra Señora de Coromoto (Patrona de Venezuela), del Venerable José Gregorio Hernández (1864–1919), su consagración (1965) y la conversión del lugar en destino de peregrinación para las aldeas de los alrededores; igualmente refiere la elaboración del Calvario (1968) a base de varias tallas en madera de figuras sacadas de la Pasión de Cristo. En su valoración del artista, maneja referencias europeas: poéticas como las del Conde de Lautréamont, arquitectónicas de Antoni Gaudí y Ferdinand Cheval; pero, sobre todo, Contramaestre indica dos condiciones fundamentales inherentes a este creador popular: la herencia sincrética de fe cristiana y la tradición timotocuica, y el ambiente de mágica geografía con su conjunto de leyendas encantadas.
El ensayo fue publicado originalmente como separata del periódico de la Asociación de Profesores de la Universidad de los Andes, Mérida, y, poco después, en la columna “Papel Literario” de El Nacional, en 1979. Posteriormente, ha sido recogido en el libro póstumo de Contramaestre, Poética del escalpelo (Caracas: CONAC, 2000), pp. 163-68; 177-78.