El pintor, y escenógrafo Manuel Mérida (n. 1939) presentó sus primeros objetos Manipulables en una individual organizada por la Galería Mendoza (Caracas, 1973). La muestra coincidió con el regreso a Venezuela, después de haberse radicado cinco años en París. La propuesta de los Manipulables introducía variables de movimiento así como también la modificación de la materia a través de cajas llenas de arena operadas por un motor; rotación ofrecía al público una experiencia siempre variable de la pieza. La serie resultaba novedosa tras la ausencia de Mérida en su país y, más aún, porque con ello se distanciaba definitivamente del soporte pictórico; el cual había trabajado durante la década anterior en las vertientes figurativa e informalista.
En el marco de este evento, el escultor y crítico Ángel Ramos Giugni (1934–92) ofrece una reflexión sobre las etapas e inquietudes de Mérida. El énfasis del autor en el período formativo del artista hunde sus raíces en la experiencia conjunta que pudieron tener en la Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena, donde ambos realizaron estudios a finales de los cincuenta. Del mismo modo, el texto rescata el valor de las búsquedas en materia expresiva y que dan cuenta de los problemas artísticos en momentos determinados. Por otra parte, las declaraciones de Mérida complementan el panorama de su trayectoria artística (de la figuración al informalismo gestual y de ahí, a la serie de los Manipulables). Vienen a caracterizar su difícil nexo con la representación figurativa, su interés en “la invención” como indicadora de la autenticidad de un artista, así como el papel del movimiento dentro de sus propuestas. Dirigidas todas a tornar evidente la naturaleza de los materiales y las relaciones entre estos.