El documento presenta el discurso de José Sabogal leído en el tributo que el IAC (Instituto de Arte Contemporáneo) realizó en 1955 en honor al pintor Mario Urteaga. Si bien Mario Urteaga no perteneció al grupo indigenista liderado por Sabogal, su obra se enmarca genéricamente en esta tendencia; se inicia como autodidacta en Cajamarca, su ciudad natal. Entre 1903 y 1911 radica en Lima y a su regreso a Cajamarca inicia una intensa labor periodística para el diario local El Ferrocarril, abordando temas de ciencia, arte y política. Es hacia 1920 cuando realiza sus cuadros de temática indígena; y, en 1923, alentado por su sobrino “Camilo Blas” (pseudónimo de Alfonso Sánchez Urteaga, el reconocido pintor del grupo de Sabogal), afirma su interés por temas vernaculares. Durante la década de 1920 pinta obra costumbrista (personajes urbanos cajamarquinos), mientras que en la década siguiente su obra prescinde de cualquier escena estrictamente criolla, presentando imágenes de protagonismo indígena, bajo un concepto idealizado del paisaje. Siendo pintor maduro, en 1934, Urteaga realiza su primera exposición en Lima (salones de la Academia Nacional de Música Alcedo), bien recibida por la crítica y el público debido a sus escenas campesinas representativas de los ideales del indigenismo: el aliento “clasicista” de sus composiciones ayudaba a resaltar la idea de un universo cultural andino sin contradicciones y ajeno al paso del tiempo [véase: Gustavo Buntinx y Luis Eduardo Wuffarden, Mario Urteaga: nuevas miradas (Lima: Fundación Telefónica-MALI, 2003)]. Asimismo, su obra también fue interpretada desde la óptica de la modernidad internacional por sus similitudes con el arte naíf, siendo incluso comparado con su máximo representante: Henri Rousseau. Ambas construcciones discursivas, sin embargo, no tuvieron en cuenta la complejidad de su pintura. En aquel contexto de renovación y polémica con la introducción del arte abstracto, se produjo el tributo a Urteaga en el IAC (1955), entidad promotora del arte moderno en el Perú fundada poco antes. La presencia del artista en Lima y el reconocimiento consensual de su obra fueron interpretados de manera radicalmente distinta por los partidarios de la abstracción y la figuración. Ello se evidenció en los discursos divergentes pronunciados por el indigenismo pictórico de Sabogal, el artista abstracto Fernando de Szyszlo y el muralista Teodoro Núñez Ureta. Todas estas lecturas no tomaron en cuenta la complejidad de su pintura. Según señala Buntinx (2003, p. 49), es “una manifestación periférica pero de sofisticaciones propias, entre las que prima cierta inspiración clásica: las tradiciones coloniales, republicanas y populares que por momentos parecen converger con la obra de Urteaga están articuladas a un canon europeo y renacentista”.