La trayectoria de Patricia Bonilla (n. 1949) como actriz de teatro, cine y televisión atraviesa definitivamente su trabajo ejemplar con la imagen fotográfica. La interacción con la idea del montaje que implica la escenificación de algo dimensionó su comprensión del espacio y, por supuesto, de lo artificial que supone un acto de representación. En ese sentido es que el texto de Miguel González (n. 1950) resulta interesante; es desde esa instancia que analiza las imágenes construidas por Bonilla. El trabajo con el collage aparece con fuerza en las imágenes fotográficas que interviene la artista; por lo tanto, es oportuna la lectura que González, en su condición de crítico, hace de este aspecto porque se analiza el carácter dual que contiene la técnica del collage en el que hay un ejercicio de resignificación permanente. Cabe anotar que la producción de Bonilla mantiene una relación directa con la cultura popular, de donde extrae referentes visuales que determinan el contenido de sus obras. La presencia de lo previo, de la preproducción, del ensayo mismo —venida de su condición de actriz— prevalece en su obra artística; además de la aparición constante de su imagen transformada, la idea de ser otro en un mismo cuerpo, un concepto de representación trabajado a partir del autorretrato.
Aunque el texto de González es sobre Patricia Bonilla, las anotaciones que aparecen al final resultan pertinentes para comprender qué pasó con la fotografía en la década de los ochenta en Colombia. Habla él de una nueva generación de fotógrafos cuya “zona de mayor fuerza experimental se basa en la racionalización de los medios mecánicos que hacen posible la imagen, y en la aguda observación de ésta como potencia expresiva más allá de una simple representación verosímil”. Dentro de los nombres que cita González se encuentran: Luis Fernando Valencia (n. 1946), Jorge Ortiz (n. 1948), Becky Mayer (n. 1944) y Beatriz Jaramillo (n. 1945), entre otros.