Este texto de la crítica argentina radicada en Colombia, Marta Traba (1923–83), propone una reflexión sobre diversos aspectos de la obra de Susy Iglicki (n. 1934) exhibida en el Museo de Bellas Artes en Caracas (1976). Trátase de la primera exposición individual de la artista venezolana, y si bien Traba no señala este hecho, comenta que su obra “no tiene más de tres años de diseñada”. Implica el trabajo germinal de una artista. La crítica habla de una artista dotada de “un espíritu muy particular, de un punto de vista grave y quizás solemne”, alabando su capacidad de investigar formas de manera rigurosa, aunque sin buscar la perfección. De allí que Traba describa el trabajo de una artista madura, que intuye sus búsquedas creativas y no divaga, pues se mantiene en los límites de la razón. Traba hace referencia a la calidad técnica de la obra serigráfíca de esta artista en otras oportunidades: en una exposición en el Museo Municipal de Artes Gráficas de Maracaibo (1978) y en una muestra en la Galería San Diego, en Bogotá (1980). En estas tres muestras se aprecia una indagación del espacio, de los planos y del elemento cilíndrico, al igual que del color. La investigación de dichos elementos, a través de la serigrafía, condujo a la artista a la pintura en la década de los ochenta. Hay que acotar que el mismo año de la exposición en el Museo de Bellas Artes, Iglicki obtiene el Premio de Grabado en la III Bienal Americana de Artes Gráficas, en el Museo La Tertulia (en Cali, Colombia), así como el Premio Antonio Herrera Toro del XXXIV Salón Arturo Michelena (en Valencia, Venezuela). Tres años antes, Iglicki había sido merecedora del Premio Adela Rubinstein, mención grabado del Salón Arturo Michelena antes señalado.