En este ensayo, la premisa de la que parte la crítica Marta Traba es que, en la historia de la cultura nacional, la emergencia de los hechos artísticos es una constante. Por “emergentes” ella entiende aquellos resultados artísticos que superan, desde su perspectiva, la producción artística local no sólo por estar dotados de sentido, sino que, además, surgen sin ninguna explicación, en el meollo de un país sin idiosincrasia, sin búsquedas formales propias, sin un público educado para el arte. En otras palabras, un país políticamente paternalista en sus formas de gobierno, colectivamente inactivo cuya situación política imperante es la escisión entre el país nacional y el país político. Los pocos artistas y literatos que se destacan en un medio semejante, proponiendo (mediante la creación de un lenguaje propio) una estructura de sentido en su obra, estarían pues caracterizados por lo insólito de su trabajo y la soledad en que éste se produce. Traba menciona en este documento tres artistas que cumplirían, a su juicio, tales características: Alejandro Obregón, a quien analiza en otro ensayo; Fernando Botero y Eduardo Ramírez Villamizar. Como “constante”, dice la crítica, estos artistas han tenido que partir de una cultura foránea que les sirve de apoyo, aunque, a su vez, han tomado distancia del arte del momento al no plegarse a los lenguajes establecidos. Cada uno construye una “estructura de sentido” propia que otorga a sus obras un carácter especial. Finalmente, Traba examina, de manera detallada, la obra de éstos dos artistas en confluencia con la obra de otros artistas y manifestaciones internacionales.