El artículo de la crítica e historiadora del arte argentina radicada en Colombia, Marta Traba (1923–83), comprende una serie de argumentos que evidencian con claridad el discurso “formalista” de esta autora en el segundo lustro de la década, al cual se asió para seguir la producción de los jóvenes artistas. Para el caso de la segunda muestra individual de Cecilia Porras (1920–71) en la galería El Callejón de Bogotá, a lo largo del mes de noviembre de 1956, Traba distingue su proximidad con la abstracción que se manifiesta mediante la articulación de formas y colores; definiendo esta condición como “su aporte”, mejorándolo respecto a su primera muestra individual, en 1955 [véase “Una revelación artística, Cecilia Porras, doc. no. 1099021].
Debe considerarse que Cecilia Porras participó de un grupo de mujeres artistas —entre ellas Judith Márquez (1925–94) y Lucy Tejada (n. 1920), quienes, a partir de la década de cincuenta, tuvieron parte activa en exposiciones tanto nacionales como internacionales y núcleos sociales de intelectuales. Se desempeñaron como artistas profesionales siguiendo los postulados del arte moderno que pretendía explotar recursos puramente plásticos. Para el caso de la muestra en cuestión, las obras presentadas por Porras no se afilian a un lineamiento radical de la abstracción; sino que, como lo harían varios de sus colegas en aquella época, partían de referentes de la naturaleza, interpretándolos mediante procesos de experimentación con la forma, con el color, la construcción y articulación de planos.