El autor de la nota, Gustavo Santos Montejo (1892-1967), fue diplomático, periodista y uno de los críticos colombianos de arte que mantuvo mayor continuidad en esta actividad. Creó la Revista Cultura y colaboró de manera constante en múltiples publicaciones.
La crónica que nos ocupa da cuenta de una exposición de retratos del pintor, Epifanio Garay (Bogotá, 1849-1903), quien había fallecido dos décadas antes del escrito. El aspecto central que se valora, en la obra de uno de los más destacados académicos finiseculares, es su capacidad para realizar retratos sin preocuparse por hacer simples copias; sino, por el contrario, por ser capaz de ir más allá de lo evidente ya que su obra no busca cumplir con criterios de corrección técnica. Santos Montejo compartía, en esa dirección, la posición de otros críticos contemporáneos que asumían la postura de identificar lo genuino de la obra artística con la capacidad de mostrar un aspecto desconocido, a ser descubierto, de la realidad representada. En esa dirección es que va la defensa del retrato psicológico que busca revelar aspectos no evidentes del personaje.
No deja de sorprender, sin embargo, su preocupación por el “desdibujo” que localiza en algunas de las obras; pese a que considera que esa falencia se supera por la forma como, de repente, surge una mano o cualquier otra parte del cuerpo. Resulta contradictoria la postura de la defensa de la libertad creativa y las supuestas traiciones al buen dibujo, cuando Santos Montejo se ha identificado con los parámetros tradicionales.
Otro aspecto de interés crítico que se introduce en el texto es del comercio complaciente del arte que debían practicar aún pintores del talento de Garay; quienes, necesitados de satisfacer a sus clientes, no se negaban a trabajar a partir de borrosas fotografías. Pintar a partir de ese recurso, era una práctica frecuente en el ámbito artístico colombiano del período; sobre todo en el arte finisecular.