Es natural que la reflexión del propio Álvaro Barrios (n. 1945) ofrece para los medios a través de la entrevista que le hace Eduardo Serrano (n. 1939) —el curador de su primera muestra de carácter retrospectivo en el Museo de Arte Moderno de Bogotá— resulte un documento de importancia para la interpretación y lectura de su obra. En ella, Barrios analiza sus búsquedas, influencias e intuiciones a partir de la primera oportunidad en que ve su propio trabajo reunido y articulado de maneras diversas. Esto le hace entender, desde una óptica distinta, una propuesta (filtrada ya por sus 41 años de edad), que ya era bastante extensa, diversa e influyente en su contexto. Quizás, por esa misma circunstancia, el artista desvía las preguntas curatoriales en torno al dibujo hacia aspectos de su vida (y de su niñez sobre todo), descuidándose así la reflexión primordial sobre los medios expresivos en los que Barrios ha mostrado clara maestría; o sea, su gran capacidad para transformar, de modo original, diversas corrientes artísticas de su momento.
Tal es uno de los primeros documentos en los que el artista aclara su vocación “ocultista”, amén de la forma en que esa visión ha influido en su imaginario, al igual que en la niñez lo hicieron la historia sagrada, el universo de las tiras cómicas, las tarjetas populares y el cine, o, en todo su período formativo, la historia del arte. Por otra parte, de manera sintética y diáfana, el artista explica en este texto que, a pesar de interesarse en el acontecimiento universal de la imagen, se identifica como artista eminentemente colombiano, enfatizando así, cómo su obra es un híbrido particular expresado desde un lugar específico y a través de una construcción de la propia vida.