Este escrito resulta de particular interés porque con él se presenta la primera exposición individual de la artista colombiana Beatriz Daza (1928−1968). Además, las ideas que allí postula la crítica argentina de arte, radicada en Colombia, Marta Traba (1923−1983) van en contravía con los trabajos conocidos de la artista, situación que supone —para el caso colombiano de finales de la década de cincuenta— una divergencia entre el discurso crítico y los tempranos trabajos de artistas que figurarán en la década siguiente.
La obra de Daza se caracteriza porque (en la experimentación con el medio cerámico) trastocó los límites concertados en aquella época para dicha disciplina. Sus crisoles, placas y ensamblajes cuestionaron las definiciones del discurso formalista presentes en el medio colombiano desde la década de cincuenta, porque sus piezas no se podían encasillar nominalmente como cerámicas, ni tampoco como pinturas o esculturas.
Otro punto a destacar de este texto implica el ser uno de los pocos escritos críticos existentes sobre la obra de Daza. La ausencia de escritos sobre la artista se puede explicar por su corta vida profesional; durante nueve años de producción realiza (en vida) cuatro exposiciones individuales y dieciséis colectivas a partir de 1959 —cuando, por vez primera, se torna público su trabajo en el Salón de pintoras de la Universidad de América y poco después presenta su primera exposición individual— hasta 1968, cuando muere en un accidente automovilístico, luego de participar como jurado en el VII Salón de Cerámica. La escasa publicación de escritos sobre dicha artista fue recogida, sin embargo, en el libro Beatriz Daza: hace mucho tiempo (Bogotá: Fundación Gilberto Alzate Avendaño, 2008).