El muralismo colombiano ganó impulso tras la posesión del presidente Alfonso López Pumarejo, dirigente liberal quien, antes de asumir el cargo (1934?38), visitó México y anunció que instauraría en Colombia algunos de los logros sociales emanados de la Revolución Mexicana. El anuncio fue mal recibido por sectores políticos más conservadores debido a que, en el terreno del arte, la concepción de los murales del Capitolio parecía demasiado radical. Esto dio lugar a una polémica de vastas proporciones que los concejales bogotanos atizaron desde lo tradicionalista de su posición. El documento debe leerse en el contexto de la hostilidad que el muralismo mexicano generó en Colombia, afectando así la obra del pintor colombiano Pedro Nel Gómez, el más fecundo pintor al fresco de aquella época. [Véase “El expresionismo como síntoma de pereza e inhabilidad en el arte”, doc. no. 1089142].
El joven pintor colombiano Ignacio Gómez Jaramillo había sido enviado a México en 1936 para estudiar las realizaciones monumentales de los denominados “los tres grandes” —Diego Rivera (1986–1957), José Clemente Orozco (1883–1949), David Alfaro Siqueiros (1896–1974)— y sus seguidores. Experiencia que lo llevó a redactar un informe crítico dirigido a las autoridades colombianas en donde se señalan aciertos y desaciertos de las últimas experiencias artísticas mexicanas. De los pintores que trabajaron en los muros entre 1934 y 1939, solamente Pedro Nel Gómez e Ignacio Gómez Jaramillo pueden ser considerados como muralistas, dentro de la concepción moderna establecida por los mexicanos.