Este artículo comenta las principales obras del Primer Salón Nacional de artistas colombianos, llevado a cabo entre septiembre y octubre de 1940. El autor hace una crítica vehemente a la falta de opiniones argumentadas sobre el evento, quejándose de la falta de estudio e investigación tras los juicios emitidos por especialistas. Acto seguido, resalta la presencia de dos tendencias centrales en las obras expuestas. Por un lado, la tendencia académica, cuyos máximos representantes en el evento son los óleos Frutos de mi tierra y Río Saravita de Domingo Moreno Otero, Venta de ollas y Mercado de Miguel Díaz Vargas, y Lejanías de Jesús María Zamora; por otro lado, la tendencia postimpresionista, ejemplificada por los trabajos de Ramón Barba, Josefina Albarracín, José Domingo Rodríguez, Ignacio Gómez Jaramillo y Carlos Correa, entre muchos otros. La presencia de ambas fases (la académica y la moderna), evidencia para el crítico Luis Vidales la existencia de un momento de transición en el arte colombiano. En este sentido, opina que la gran revelación del salón es el novel pintor Enrique Grau Araújo, pues en su obra se puede vislumbrar la conquista de una modernidad galopante. Luego, Vidales hace una lista de los artistas participantes, valorando la experiencia del Salón partiendo de la oposición entre lo real y lo surreal como cartabones críticos. Por último, concluye que el arte nacional vive un período de experiencia y de conocimiento, afirmando que, para la época, empieza a hacerse tangible la existencia de un arte nacional propio.