Cristóbal Colón describe en esta carta, destinada a la Corte de España, las islas y las gentes encontradas durante su primer viaje a través del océano Atlántico a la región que hoy se conoce como el Caribe. Colón informa que ha tomado posesión del conjunto de islas que halló treinta y tres días después de salir del puerto andaluz de Cádiz. Al describir las islas que llama Juana (Cuba) e Hispana (Haití/ República Dominicana), se maravilla de la abundancia de la flora y fauna en ellas y describe, entre otras cosas, las palmeras y las hierbas que, tanto en número como en tamaño, exceden a las existentes en España, mencionando, vivamente incluso, la presencia de oro y diversos metales. Colón relata que los habitantes de las islas no visten con ropa alguna, que carecen de armas, caracterizándolos como “temerosos y tímidos por naturaleza”. Luego, los describe como “dignos de confianza” y generosos con sus posesiones, contando que intercambiaron oro por nimiedades como cordones de zapato o cintas como si fueran “personas sin raciocinio”. Colón habla de querer ganarse la amistad de los “indios” para “hacerlos devotos de Cristo” y convertirlos en súbditos españoles. Luego, prosigue contando que admira su destreza e inteligencia, y relata que apresó a varios de los habitantes por la fuerza para poder “aprender” de ellos. Cuenta también que los “indios” creen que los españoles han venido del cielo. Después, Colón sigue describiendo el tamaño de las islas y cuenta que, en la que ha denominado Hispana, ha dejado a un grupo de hombres para construir un fuerte y establecer un poblado. Concluye la carta exponiendo las razones por las que el rey [Fernando de Aragón] debe apoyar su empresa con mayor financiamiento, con motivo de la abundante cantidad de recursos que ha encontrado. Por último, y tras reconocer a Cristo como la razón de su éxito, Colón pide que las celebraciones pertinentes —rituales y procesiones— se hagan para dar gracias a Dios.